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Constitución de la CDMX: mejorar la calidad de vida de todos. El diablo está en los detalles.

Rodolfo Torres (02/10/2016)

El 15 de septiembre de este año se instaló formalmente la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Ese mismo día el Jefe de Gobierno entregó su Proyecto de Constitución Política. Será éste el punto de partida para que las y los Diputados Constituyentes cumplan con su misión de dotar a esta ciudad de su ley suprema, misma que deberá propiciar: la convivencia civilizada entre sus habitantes, la generación de condiciones para que se materialicen las expectativas de una vida mejor y, afrontar con éxito los retos que aseguren la sustentabilidad de la ciudad.

Para dimensionar esos desafíos, baste decir que, en 1960, la mitad de la población mexicana vivía en las ciudades, hoy lo hace el 80 por ciento; su consecuencia inmediata ha sido que los retos en materia de agua, drenaje, transporte, medio ambiente y seguridad sean más complejos. Por ejemplo, según estudios del Banco Mundial y la Conagua, si no hacemos algo, en 15 años sólo la mitad del agua del Valle de México estará asegurada.

Para afrontar esos retos es urgente planear el desarrollo de la ciudad. Una buena noticia es que el Proyecto de Constitución prevé la creación de un Instituto de Planeación; lo malo es que no le otorga autonomía plena.

El tema es relevante, pues es indispensable alejar el tratamiento de los temas estratégicos de la ciudad de la lucha política coyuntural, en ocasiones frívola. Los problemas que enfrentamos son de tal magnitud y complejidad, que no pueden improvisarse soluciones cada tres o seis años, con cada cambio de gobierno. Requieren de: instituciones sólidas, consensos políticos y sociales firmes, e inversiones cuantiosas, que deben ejercerse de modo transparente y honesto. Estos temas deben ser tratados con visión de Estado, con perspectiva de largo plazo y con enfoque sustentable.

Cabe mencionar que, ese Instituto de Planeación deberá integrar un Sistema de Información Estadística y Geográfica, en consecuencia, sus servicios irían más allá de los que pudiera aprovechar en exclusiva el gobierno de la ciudad; son de utilidad para la sociedad en su conjunto. Atendería una función primaria como lo es reunir datos y emitir información veraz y objetiva sobre la realidad de los habitantes de la Ciudad de México. Por ese motivo, esas cifras económicas y sociales no pueden estar sujetas a sesgo o “maquillaje” alguno en favor del interés de cualquier gobierno en turno.

Pero, para que la planeación sea eficaz, ese Instituto no debe depender jerárquicamente del Jefe de Gobierno, ni de ningún otro poder local. Lo contrario convertiría a ese organismo en dependiente de la administración central pues, aún con autonomía técnica y de gestión, pero bajo la figura de un organismo descentralizado, se subordinaría a esa administración centralizada.

Es por ello que, para articular las soluciones que le urgen a la Ciudad, es importante y necesario que el organismo de planeación sea autónomo y es prioritario elevarlo a rango constitucional pues, como lo ha dispuesto la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación para el caso federal, la naturaleza autónoma de los organismos debe estar establecida en la propia Constitución.

De igual forma, es menester manifestar preocupación acerca de otros dos temas. El primero se refiere a lo establecido en el artículo 29 numeral 3 del Proyecto de Constitución. Este dispone que al cumplir 16 años las personas adquieren el derecho al sufragio. Como se sabe, la Constitución General establece que sea a los 18 años. Por otra parte, el derecho al sufragio es uno de los signos distintivos de la ciudadanía. Sin embargo, en el proyecto constitucional no se precisa si con ello se otorgaría a esas personas una ciudadanía plena, es decir, con todos sus derechos, obligaciones, y con todos sus efectos jurídicos.

El segundo tiene que ver con la integración del Congreso de la Ciudad, previsto en el artículo 34; en particular con lo dispuesto en el inciso a), numeral 1, de su apartado B. Ahí se establece que las candidaturas sin partido tendrán derecho a la asignación de curules por el principio de representación proporcional. Si bien la propuesta tiene la virtud de intentar atajar la inequidad en la que se encuentran las candidaturas sin partido, lo hace de un modo que puede tener efectos colaterales contraproducentes.

Cabe recordar que en el rubro de representación proporcional el elector vota por listas. A esa lista de candidatos los cohesiona su pertenencia a un mismo partido, pero, sobre todo, suscriben una misma Declaración de Principios y un mismo Programa de Acción. En contraste, a los Candidatos Sin Partido: no los cohesiona una misma organización, no suscriben la misma Declaración, ni tienen un mismo Programa. ¿Cómo agruparlos entonces en una lista de individuos que no necesariamente tienen algo en común? De mantenerse la redacción actual puede favorecerse el surgimiento de Asociaciones Políticas de Candidatos sin Partido, es decir, un tipo sui generis de partido político, sólo con existencia para procesos electorales.

La Constitución Política de la Ciudad de México es un asunto de interés público. Todo ciudadano de esta ciudad debe estar informado y tomar parte en ese debate pues, no siempre tenemos la oportunidad de participar en asuntos que determinan nuestro entorno político, social, económico y cultural.

Alto a la compra y coacción del voto Lo barato, sale caro.

Rodolfo Torres (11/09/2016)

El número de casos de compra del voto y de amenaza a los votantes para obtener triunfos electorales ha alcanzado niveles alarmantes. Un caso reciente, en que fue denunciada esta práctica nociva, ocurrió en la elección de Comités Vecinales de la Ciudad de México y Consulta sobre el Presupuesto Participativo 2017, realizada el pasado 4 de septiembre.

En ese evento de participación ciudadana se presentaron, según notas de prensa, 592 denuncias ante la FEPADE. De acuerdo con información periodística, el 80% de esas denuncias (474) estaban vinculadas con la compra y coacción del voto.

A reserva de que las autoridades competentes resuelvan la procedencia de esas denuncias, el dato es en sí mismo inquietante. Para darnos una idea de su magnitud, y a modo de ilustración, podemos compararlo con los datos de la elección presidencial del 2012 y un estimado de participación para la elección 2018.

De mantenerse una proporción equivalente de casos al número que ha sido objeto de denuncias en la elección del pasado 4 de septiembre, para la elección presidencial del 2018 podría hacerse una estimación -basada en el número de votantes y el número de denuncias presentadas- que elevaría los casos de compra y coacción del voto a una cifra de 84 veces el número de quejas que se presentaron en la elección del 2012 (378).

Este resultado se obtiene al dividir el estimado del número de votos que se emitieron en la elección de Comités Vecinales (772,485) entre el número de denuncias reportadas por compra y coacción de votos (474). Ello arroja que por cada 1,630 votantes se presentó una denuncia por esos motivos.

Si ahora extrapolamos ese dato (1 denuncia por cada 1,630 votantes) para el caso de la elección presidencial del 2018, tomando como base los datos de participación ciudadana del 2012, resulta lo siguiente.

En la elección presidencial del 2012 se tuvo un 63.08 por ciento de participación ciudadana. Por otra parte, el número de ciudadanos registrados en el corte más reciente de la lista nominal de electores (2 de septiembre de 2016) es de 82 millones 186 mil 598 ciudadanos. Si estimamos para 2018 una participación equivalente a la que se tuvo en 2012, tendríamos que en la elección del 2018 se emitirán un poco más de 51 millones 843 mil votos. Si ahora a ese resultado lo dividimos por el número de votantes por denuncia (1,630), como ocurrió en la elección vecinal del domingo pasado, tendríamos que, bajo ese supuesto (meramente ilustrativo), en la elección de 2018 se presentarían 31 mil 805 quejas. Ello no sólo provocaría una situación crítica para el desahogo de ese prominente número de quejas, sino que, seguramente, generaría una crisis de legitimidad de los resultados electorales nunca antes vista, indeseable y francamente perturbadora.

Más allá de esos pronósticos ilustrativos, y con base en el número de casos efectivamente acreditados y resueltos por la autoridad jurisdiccional, en materia de compra y coacción de votos, es urgente tomar medidas enérgicas para contener esas prácticas. No sólo afectan la equidad y la legalidad en los procesos electorales sino la propia legitimidad de las autoridades que resultan electas de esos procesos.

Deben aplicarse diversas acciones de tipo electoral, político y social, para contenerlas, entre otras: sanción enérgica a partidos y candidatos que fomentan o incurren en esas acciones; sanción ejemplar a los servidores públicos que participen en ellas; educación cívica  intensa, en todos los niveles, para fomentar el cuidado del voto; actuación de las autoridades electas acorde con sus ofertas de campaña y, sobre todo; mejora de las condiciones de vida de la población que se ve expuesta al ofrecimiento de dadivas o a las amenazas para el ejercicio de su voto.

Más relevante aún es que se establezca, como sanción, que los candidatos a quienes se acredite responsabilidad por amenaza a los votantes o compra de votos, no ocupen el cargo para el que fueron electos. Hay que recordar que una pena similar se aplica cuando algún precandidato o candidato a cargo de elección popular excede el tope de gastos destinado a su precampaña o campaña. La sanción establecida consiste en la pérdida de su registro, conforme a lo dispuesto en el artículo 445, párrafo primero, inciso e) de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE).

En resumen: ¿por qué debemos sancionar de modo extremo la compra y coacción del voto? En primer lugar, porque al violar las reglas de la elección, basadas en la libertad y secrecía del voto, el triunfo es injusto e ilegal. Segundo, porque al tomar ventaja abusiva sobre otros contendientes, no han existido condiciones equitativas en la contienda y su triunfo es, en consecuencia, ilegítimo. Tercero, porque al quedar impunes sus actos ilegales, mandan un mensaje erróneo a la sociedad en el sentido de que hacer trampas, sí reditúa. Finalmente, porque con esta conducta menosprecian la opinión de los votantes, pues si para ser electos no les ha importado la opinión de éstos, y recurren a esas prácticas que vulneran su libre decisión, es de esperarse que, durante su mandato, tampoco les importará esa opinión.

Para que nuestras autoridades electas sean legítimas, sus triunfos deben estar basados en la equidad de la contienda electoral y en el sufragio efectivo. Esto, sin duda, fortalecería nuestro régimen democrático representativo.

¿Voto por Internet, sin casilla? No, gracias. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Rodolfo Torres (21/08/2016)

¿Es conveniente el voto por internet? La respuesta inmediata es: No. Nuestro sistema político-electoral no está diseñado para utilizar este medio de votación.  Me explico.

Nuestro sistema de representación política determina ciertos atributos del voto, que se expresan en nuestra Constitución General: el voto debe ser universal, libre, secreto y directo. Es universal para que prevalezca el principio de un ciudadano, un voto; lo que materializa el principio de igualdad política. Es directo para que se refleje de manera inmediata, sin intermediación, en nuestra representación política; a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en los Estados Unidos, en que el voto popular elige electores, quienes a su vez eligen al Presidente de ese país. Debe ser libre y secreto a fin de que no haya lugar a la coerción para el votante. Es decir, para que el elector no pueda ver orientada su decisión por un tercero. La secrecía, por su parte, al imposibilitar que alguien conozca el sentido del voto ciudadano, evita que ningún elector pueda ser sujeto de represalias. Para que el voto sea libre debe ser secreto.

En el modelo de votación presencial –es decir, en que el elector acude a su casilla-, el ciudadano tiene las condiciones de privacidad e intimidad que aseguran la libertad y la secrecía de su voto (ver “Voto de mexicanos en el extranjero. Secretos: ni decirlos ni escucharlos, en La Crónica de hoy).

En el caso del voto por Internet, sin casilla, la autoridad electoral está impedida materialmente para controlar el entorno en el que vota el ciudadano, pues éste puede ser ejercido desde: el hogar, la escuela, un lugar de trabajo o establecimiento público comercial. Bajo este esquema: no se puede asegurar que quien vota, sea necesariamente el ciudadano autorizado para hacerlo; no se puede saber si está siendo observado o, incluso, coaccionado. En suma, no hay garantía de que el voto sea realmente secreto y libre.

El argumento principal de quienes sostienen que el voto por internet puede ser libre y secreto, se basa en una comparación entre una transacción bancaria y el voto por internet. Señalan que, así como el ciudadano no comparte su contraseña bancaria, tampoco compartirá su contraseña para votar. Se adscribe, así, al votante la responsabilidad sobre el uso de su contraseña.

Este argumento es endeble por dos razones: la primera, porque no debe transferirse al ciudadano la responsabilidad que corresponde a las instituciones electorales, quienes están obligadas a que, en todas y cada una de sus actuaciones, y disposiciones reglamentarias y operativas, se garanticen los atributos del voto. Es decir, la custodia de los elementos necesarios para que el ciudadano pueda emitir su sufragio libremente vía internet sería obligación de la autoridad electoral (INE y OPLES, en su respectivo ámbito de atribución).

En segundo lugar, porque nadie en su sano juicio compartiría su contraseña de cuenta bancaria, pues podría tener un efecto directo e inmediato sobre su patrimonio. No es el caso de las contraseñas que se emiten para ejercer el voto por Internet, pues el ciudadano podría ser sujeto de amenazas, o del ofrecimiento de dádivas a cambio de la entrega de su contraseña. En caso de amenazas: ¿sería responsable legalmente el ciudadano por compartir sus contraseñas de votación? La respuesta positiva sería aberrante; a más de ser amenazado, el ciudadano sería objeto de sanción.

Sin duda debemos modernizar los procesos electorales, pero debemos hacerlo sin menoscabo de la certidumbre y la credibilidad que merecen esos procesos y las instituciones electorales.

Prescindamos del PREP Quien bien gane, bien gaste, pero no malgaste.

Rodolfo Torres (31/07/2016)

El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) se instrumentó, por primera vez en 1991 en tiempos de nuestra transición democrática, con dos finalidades principales: inhibir pronunciamientos de triunfos inciertos y brindar confianza a los electores, quienes podrían comparar los resultados del PREP con los que se exponen afuera de las casillas poco después de su cierre.

El PREP emite resultados que comienzan a transmitirse, usualmente, a partir de las 20 horas del mismo día de la jornada electoral, pero no son los resultados oficiales de la elección. Y requiere, para su funcionamiento, un cúmulo importante de recursos: personas que capturan los datos de las Actas de Escrutinio y Cómputo levantadas en las casillas; numerosos procedimientos operativos; equipos de cómputo y software, escáners y otros equipos periféricos.

El PREP no es un instrumento de predicción de resultados electorales, pues el orden en que las actas son capturadas depende de la hora en que éstas llegan a los puntos de acopio. En consecuencia, durante su operación puede haber variación respecto de quienes encabezan la elección en un momento determinado. Por otra parte, antes de su difusión, se valida que las actas cumplan un número determinado de criterios de congruencia, previamente establecidos (por ejemplo que la suma de las boletas extraídas de la urna más las boletas sobrantes, no sea mayor al número de boletas disponibles al inicio de la votación). Por último, el PREP ha sido la causa de agudas confrontaciones políticas (en particular en la elección del 2006).

Pero ¿cuánto cuesta el PREP? Si sumamos lo que se gasta en elecciones locales más lo que se gasta en la elección federal, se obtiene un monto que se estima superior a los trescientos millones de pesos (por ofrecer una cifra conservadora; la cantidad puede ser mayor).

Ahora bien ¿De que modo podríamos prescindir del PREP? Hay que recordar que la fuente de información del PREP y del sistema de cómputos distritales, que ya actúa en cada elección, es la misma: las actas de escrutinio y cómputo de casilla. Una ruta facible sería adecuar el sistema de cómputos distritales para que opere en lugar del PREP. En el año 2003, en las elecciones locales de la Ciudad de México, instrumentamos ese enfoque debido a contingencias en el funcionamiento del PREP (que en aquella ocasión el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) había contratado con una empresa externa). Fue el sistema de cómputos distritales el que proveyó de información a los resultados electorales preliminares. En el año 2006, el IEDF estableció esa estrategia de manera formal denominándola Programa de resultados electorales parciales.

Ningún ahorro viene de manera gratuita. Es fundamental la participación del Poder Legislativo para que se modifique la normatividad, de tal manera que el cómputo distrital inicie el mismo día que concluye la jornada electoral; actualmente no hay razón para esperar hasta el miércoles siguiente.

En resumen ¿podemos prescindir del PREP? La respuesta es: Sí. En primer lugar porque el eventual vacío de información entre la fecha de la jornada y la fecha en que concluyan los cómputos distritales se llenaría con la información de los conteos rápidos, organizados, en el ámbito de su competencia, por el Instituto Nacional Electoral (INE) y los organismos públicos locales electorales. En segundo lugar, porque tendríamos resultados del sistema de cómputos distritales que, a diferencia de los resultados del PREP, sí serían oficiales. Finalmente, obtendríamos un ahorro extraordinario en la organización de las elecciones.

Es apreciable tener procesos electorales ciertos y, si es posible ¿porqué no?, también más económicos.

Voto secreto y libre: la mula no era arisca.

Rodolfo Torres (27/11/2016)

Hay quienes han planteado que si todos supiéramos por quien votó cada ciudadano -es decir si el voto fuese público en vez de secreto- se evitaría el fraude a la hora de contar los votos. El planteamiento es interesante por dos razones. La primera, porque poner en duda -de modo fatalista- la credibilidad de las autoridades electorales, genera cuestionamientos sobre la secrecía del voto. La segunda, porque llama nuestra atención respecto del vínculo que existe entre la libertad del voto y la confianza en la institucionalidad electoral. Me explico.  

¿Por qué debe ser secreto el voto? Debe serlo, primero, para impedir que se denigre al votante que haya escogido una opción diversa a la que haya elegido la  mayoría en su comunidad. Segundo, para impedir la presión que pueda ejercer el entorno familiar, laboral, escolar o religioso. Finalmente, para proteger al elector frente a un poder autoritario que, al conocer el sentido opositor de su voto, lo castigue.

En democracia, es indispensable garantizar que todo ciudadano con independencia de su estrato socioeconómico, nivel educativo o sexo, pueda elegir a sus gobiernos mediante la celebración de elecciones libres y equitativas. Esto conlleva la obligación del Estado de garantizar que no se ejercerá  coacción alguna sobre el elector al momento de votar por la opción que haya considerado más satisfactoria de la oferta política. Para votar en libertad es indispensable que el voto sea secreto; lo contrario equivaldría a debilitar uno de los soportes fundamentales del régimen democrático representativo.

Reitero, que voto secreto significa que nadie pueda observar al elector al momento en que ejerce su derecho al voto. La precisión es importante pues quienes, por ejemplo, abogan por el voto por Internet argumentan que, bajo ese mecanismo, al ser anónimo frente a la autoridad electoral, el voto cumple con el requisito de secrecía.  Eso es falso, pues de lo que se trata es de que el vínculo entre el sentido del voto y el emisor del mismo sea secreto frente a todos, no sólo de cara a la autoridad electoral.

Este contraste, entre secrecía y anonimato, permite observar que si el voto es secreto imposibilita de facto que alguien conozca el sentido del voto ciudadano, pues al no ser observado por nadie, se inhiben las condiciones para que la decisión del elector pueda estar orientada por un tercero. Por el contrario, cuando el voto sólo es anónimo ante la autoridad electoral, no se ofrecen las condiciones suficientes para inhibir la posibilidad de que que un tercero coaccione al elector al momento de su decisión, dado que no se garantiza que en el momento de ejercer  su derecho a votar, el elector no sea observado.   

El segundo argumento nos permite insistir en la relevancia que tiene, para el sistema democrático, la credibilidad en las autoridades electorales. Es un hecho que el elector, después de haber depositado su voto, sólo puede acudir a la confianza en la autoridad electoral de que su voto será contado efectivamente. Ello queda de manifiesto, en uno de los momentos cruciales de los procesos electorales: el de la declaración del triunfador. En ese punto, la autoridad electoral debe hacer verosímil que el voto se ha ejercido de modo universal, libre, secreto, directo, personal e intransferible, como lo establecen la fracción I del artículo 41 constitucional y el artículo 7 numeral 2 de la LGIPE. También debe demostrar, con toda legitimidad, que los triunfos y derrotas han ocurrido del modo en que lo declaran. No basta con señalar que la suma de los votos plasmados en las actas favorece a determinado candidato; no es tampoco suficiente el reconteo de votos; es indispensable que la autoridad cuente con todos los elementos necesarios y suficientes para acreditar que, a lo largo del proceso, se ha actuado con apego a lo dispuesto por la ley y que el sufragio ha sido efectivo.

Por otra parte, una baja o nula credibilidad de las autoridades electorales tiene un impacto negativo en la decisión del elector para acudir a las urnas o abstenerse. Así lo muestra el Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México, publicado por el Instituto Nacional Electoral (INE), cuando afirma que “la confianza en la autoridad electoral tiene un efecto positivo sobre la participación electoral”. Es plausible, en consecuencia, afirmar que la credibilidad y confianza en las autoridades electorales son un factor que impacta directamente en la decisión del elector para acudir a votar.

Finalmente, creer en la validez de los resultados electorales es, también, creer en la legitimidad de las autoridades electas.

En conclusión, la desconfianza en la autoridad electoral puede erosionar la convicción respecto de la importancia de votar en libertad. Por ello, debemos acrecentar su credibilidad; también para que el voto siga siendo secreto y libre. Posdata. Este 2 de diciembre presentaré mi libro El voto en democracia: presente y futuro, en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. La cita es en el Salón B del Área Internacional de la Expo Guadalajara, a las 11:00 horas. Con el afán de despertar su interés, el libro aborda, entre otros temas, el relativo a las dificultades que ofrece el voto por Internet para preservar  la secrecía y libertad del voto.

Retos de la institucionalidad electoral para el 2018. Despacio que llevo prisa.

Rodolfo Torres (18/12/2016)

En la víspera del año 2017 y del aparente lejano 2018, la institucionalidad electoral vislumbra tres retos importantes. El primero en materia de organización de elecciones, tanto de las locales en Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz, como de los preparativos para las del 2018; las más grandes y complejas en la historia del país. El segundo, que consiste en determinar si habrá de usarse votación electrónica en 2018 – y dado el caso, su tipo- para recoger el voto de los mexicanos en el extranjero. El tercero, que corresponde a las eventuales adecuaciones legales y reglamentarias al cuerpo normativo que regula la organización de las elecciones. Vayamos al detalle.

En el 2017 se elegirán: tres gubernaturas -Coahuila, México y Nayarit-; 55 diputaciones locales en Coahuila y Nayarit, todas ellas a partir de una nueva configuración de distritos electorales locales aprobada por el INE, y; 270 Ayuntamientos. Estos procesos electivos son de gran importancia, pues se insertan en la estrategia de los partidos políticos para la elección presidencial de 2018. Por otra parte, con la renovación de todos los cargos públicos en los estados de Coahuila y Nayarit, culmina un ciclo de implementación de la reforma político-electoral de 2014, pues se trata de las únicas entidades que no habían organizado elecciones en el nuevo marco de institucionalidad electoral. En el Estado de México habrá una particularidad interesante: se organizarán fuera del marco de la casilla única, lo que traerá consigo novedosas complejidades operativas y técnicas. Finalmente, en el Estado de Veracruz se organizará la renovación de la integración de los Ayuntamientos con un importante déficit presupuestal del Instituto Electoral Local, derivado de adeudos previos del gobierno de aquél Estado.

A los preparativos de la elecciones que se celebrarán en el año 2018: presidencial, renovación total del Congreso de la Unión, y concurrencia de 30 elecciones locales (exceptuando los estados de Baja California y Nayarit); se añade un componente interesante: no todos los Institutos Electorales Locales han organizado un proceso electoral local concurrente con el federal. Ello pondrá a prueba, nuevamente, el nuevo marco de atribuciones nacionales y local.

Respecto al segundo reto, el INE deberá decidir, si una vez desarrollado el sistema informático de voto electrónico por Internet para mexicanos residentes en el extranjero, esta modalidad -o alguna otra de voto electrónico- cumple con los extremos que la ley establece, pues deberá garantizar: que quien emite el voto sea el ciudadano mexicano residente en el extranjero que tiene derecho a hacerlo; que no pueda emitir más de un voto; que el sufragio sea realmente secreto, es decir que nadie pueda observar ni coaccionar al elector al momento de emitir su voto; así como la efectiva emisión, transmisión, recepción y cómputo del voto. Para tal efecto, y una vez que el Consejo General del INE determine el carácter vinculante de esta modalidad de votación electrónica, el sistema deberá ser sometido  a la auditoría de, al menos, dos empresas de prestigio internacional, a fin de que dicho sistema acredite certeza absoluta y seguridad comprobada, a efecto de garantizar el efectivo ejercicio del derecho al voto de los ciudadanos mexicanos residentes en el extranjero; así lo dispone el Transitorio Décimo Tercero de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE).

En las últimas semanas, diversos actores políticos han planteado modificaciones, de diverso alcance, al marco normativo electoral. La amplitud de algunas de ellas hacen compleja, aunque no imposible, su implementación. Por ejemplo, las relativas al modelo de comunicación política, que busca atenuar la llamada “espotización”, y la que se refiere a la realización de una segunda vuelta electoral que favorezca coaliciones de gobierno -como respuesta al problema de gobiernos divididos y a la decreciente legitimidad.

Aunque cabe decir, que existe otro conjunto de adecuaciones que sería deseable se llevasen a cabo, pues subsanarían diversas omisiones y contradicciones de la norma electoral actual, armonizando diversos procesos que facilitarían la operación electoral en 2018. Entre otras, en materia de fiscalización, es necesario que la ley faculte al Consejo General del INE para que resuelva dictámenes y proyectos de resolución de manera escalonada, atendiendo a la fecha de toma de protesta de los cargos. Por otra parte debe preverse, a partir de la eventual adecuación del Reglamento de Fiscalización, actualmente en marcha, la adecuación y aprobación de los documentos básicos de diversos partidos políticos.

Otro ejemplo, es la emisión de reglas para la reelección legislativa y de presidencias municipales, ya aprobada a nivel constitucional. Es relevante en la medida en que se vincula con el artículo 134 de la Constitución, pues deberán emitirse normas específicas que aseguren la equidad en la contienda, tanto en materia de propaganda electoral como de promoción personalizada de servidores públicos que aspiran a la reelección. Finalmente, es necesario definir con claridad las atribuciones de coordinación del INE con los institutos locales para privilegiar la colaboración y no la sustitución de atribuciones, de modo tal que se aprovechen, al máximo, las demostradas capacidades técnicas de muchos institutos electorales locales.

La forma en que se afronten estos retos durante el año 2017 tendrá un  evidente impacto en la organización de la elección federal y de las 30 elecciones locales concurrentes del 2018, y en la consolidación del sistema nacional de elecciones. Aunque también, quizá de modo menos evidente, en nuestro afianzamiento democrático.

Retos de la economía global para el 2019

Rodolfo Torres (06/01/2019)

Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere. Eugène Delacroix

En apego a una añeja tradición, el fin de un año y el principio de uno nuevo son ocasión propicia para manifestar buenos deseos, buenas intenciones y buenos propósitos. Los primeros parecen someterse plenamente a los azares de la fortuna. Los segundos parten de una inclinación personal benevolente pero que se sabe sujeta a los avatares del destino. Los últimos, otorgan mayor peso a nuestra voluntad, a nuestras capacidades y empeños; no ya sólo a los designios de alguna diosa de la fortuna. Pero, en todo caso, en éstos también, deben tomarse en cuenta los factores externos pues actúan, a veces de modo determinante, en la cristalización de nuestras expectativas.

En materia financiera, por ejemplo, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público estima, en sus criterios generales de política económica para el 2019, un crecimiento real de nuestro producto interno bruto en un rango del 1.5 al 2.5 por ciento (el Banco de México estima ese crecimiento en un 1.89 por ciento). Dada la profunda articulación de nuestra economía con la de los Estados Unidos (EU), no es de extrañar que uno de los referentes en los que se sostiene esa estimación sea, a su vez, la estimación de crecimiento de esa variable para ese país; que la SHCP pondera en 2.6 y el Banxico en 2.44. En este caso, la estimación de nuestro crecimiento para 2019, va más allá de un cúmulo de buenos deseos o intenciones pues tiene como sustento rigurosos análisis económicos a cargo de ambas instituciones. Sin embargo, más allá de la precisión de las estimaciones, el factor externo jugará un papel sumamente relevante en el cumplimiento de esas expectativas, y no sólo respecto del desempeño de los EU sino del comportamiento de la economía mundial en su conjunto. Y es en ese ámbito que las perspectivas no parecen, por el momento, ser halagüeñas.

Una de las causas principales que proyectan un panorama sombrío son las políticas económicas de la administración de Donald Trump que fomentan la contracción de la economía mundial.

De acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional, desde principios del año 2018, se observó un enfriamiento en la confianza acerca de las expectativas económicas mundiales que se expresó por la caída pronunciada de los indicadores de producción industrial, de manufactura y de volumen de comercio internacional.

Ello fue motivado, principalmente, por las tensiones comerciales entre los EU y China surgidas por la imposición de tarifas al acero y al aluminio, como parte de una estrategia de los EU por nivelar a su favor su balance comercial.

Donald Trump impulsó una reducción de impuestos que estimuló la demanda, pero acrecentó los temores de la Reserva Federal de aquel país en cuanto que pudiera producirse un sobrecalentamiento de su economía. Lo anterior, aunado a la intención de esa autoridad de normalizar los mercados financieros (trastocados desde la última crisis mundial, aún no superada) le condujeron a incrementar las tasas de interés de los bonos del tesoro.

Ese incremento en las tasas de interés ha tenido dos consecuencias de elevada magnitud. Por un lado, ha fortalecido al dólar frente a otras monedas, lo que a su vez ha ocasionado que los denominados países de economías emergentes, entre ellos México, vean acrecentados sus costos de endeudamiento y que, dado su peso en la economía internacional, retroalimenten la turbulencia de la economía global.

Por otro lado, el aumento de las tasas de interés, aunado a las tensiones comerciales, ha provocado una continua y aguda caída de los mercados accionarios estadounidenses (y de varias bolsas en el mundo). Por ejemplo, el indicador Standard and Poor’s 500 (S&P 500), que es el principal indicador accionario en los Estados Unidos, ha perdido en un año el 7.85 por ciento de su valor, mientras que el indicador Dow Jones perdió, en el mismo lapso, el 7.32 por ciento.

Pero el mayor desafío en el entorno consiste en la incertidumbre respecto del rumbo que tomará la economía del mundo a la luz de la desaceleración de la economía alemana, de la crisis social en Francia, del Brexit, y de la guerra comercial de los Estados Unidos con China.

Todos esos fenómenos tendrán un impacto desfavorable en la economía mundial e, inevitablemente, en las expectativas de crecimiento de nuestra economía. Las autoridades financiera y hacendaria en México harían bien en estar preparadas y en alerta permanente para actuar de modo oportuno frente a los riesgos que se vislumbran en el frente exterior.

Desabasto de gasolina y credibilidad del presidente

Rodolfo Torres (20/01/2019)

Ni la contradicción es indicio de falsedad, ni la falta de contradicción es indicio de verdad. Blaise Pascal

La respuesta de la población ante al desabasto de gasolina, reflejada por diversas encuestas, que inició con motivo del cierre de ductos el pasado 21 de diciembre, es una muestra palpable del cambio de tiempos políticos.

A contrapelo de quienes esperaban (algunos incluso lo fomentaban) el derrumbe de la imagen presidencial como consecuencia de las molestias causadas por las largas filas que había que realizar para cargar gasolina, esos eventos tuvieron el efecto contrario, y la aceptación a las medidas tomadas fortaleció considerablemente la imagen del nuevo gobierno. Las cifras en ese sentido son elocuentes.

Por ejemplo, la encuesta nacional realizada por De las Heras Demotecnia consigna que el 72 porciento de los encuestados cree en la afirmación del presidente de que el cierre de ductos era necesario para combatir el robo de combustible. El 80 porciento acepta que hay que pasar por esas condiciones con tal de acabar con el robo de combustible. El 65 porciento mejoró la opinión que tenía del presidente y su gobierno.

La encuesta realizada por Consulta Mitofsky muestra que el 70 porciento de los encuestados acepta que el gobierno ha explicado por qué no hay gasolina en diversos lugares del país. Al 55.9 le convenció la explicación. El 56.7 porciento cree que las medidas tomadas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en relación con el cierre de los ductos vulnerados por el robo de gasolina son adecuadas y pertinentes, aunque hayan ocasionado problemas de distribución del líquido. Ante la disyuntiva de apoyar al gobierno o exigirle otras formas de combatir el huachicoleo, el 50 porciento opta por el apoyo y el 39.9 por la exigencia de regularizar de inmediato el suministro de gasolina y que el gobierno busque otras formas de combatir el hurto de combustible.

De acuerdo con un sondeo nacional realizado por el periódico El Financiero, el 89 porciento de los encuestados respalda el plan del presidente contra el huachicoleo (en la Ciudad de México el apoyo es del 92 por ciento). De acuerdo con esa encuesta, el 76 porciento aprueba el trabajo que está haciendo AMLO como presidente de México.

En la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica se anota que el 76.9 porciento está de acuerdo con el cierre de ductos y distribución a través de pipas. El 81.5 considera que las medidas tomadas son efectivas. Esa encuesta estima que aumentó en un 12.8 porciento la opinión positiva de AMLO.

Por su parte, la encuesta nacional del periódico Reforma muestra que el 62 porciento está de acuerdo con el cierre de ductos para combatir el robo de gasolina. El 50 porciento confía en que el gobierno de AMLO logrará acabar con el robo de combustible. El 73 porciento considera preferible acabar con el robo de combustible, aunque no haya gasolina por un tiempo. El 63 porciento le cree al gobierno federal cuando dice que la falta de gasolina se debe al cierre de ductos para combatir el huachicoleo.

Las cifras de aprobación son notables y no se ajustan al patrón tradicional que, frente a toda acción que provoca algún grado de afectación a un segmento de la población, hace corresponder una reacción de desafecto a la imagen del gobierno ¿Cómo explicar, entonces, ese fenómeno que parece contra intuitivo?

Se han ensayado, en los últimos días, tres explicaciones principales: 1) Se debe al alto grado de aprobación que, per se, tiene el nuevo gobierno. 2) El argumento del combate a la corrupción es poderoso y popular. 3) El gobierno hace un hábil uso propagandístico del tema.

No obstante, ninguna de las tres razones parece bastar para explicar la magnitud del hecho.

Si bien es cierto que existe un fenómeno inercial que pudiera provenir del alto nivel de aprobación de la figura de AMLO, éste no alcanza para explicar el crecimiento del aprecio ciudadano, sobre todo después de un desabasto que, efectivamente, causó altos grados de incomodidad. El segundo argumento, por sí mismo, parece menos plausible, pues se ha utilizado desde tiempos inmemoriales para justificar medidas gubernamentales que no han concitado ese nivel de apoyo. El tercero, también, parece insuficiente. No pongo en duda que un segmento de la población pudiese ser vulnerable a la mera acción propagandística, pero las elevadas cifras de aprobación y su dilatada duración no le dan viabilidad como explicación suficiente para este fenómeno.

La razón principal, a mi juicio, es que a ojos de la mayoría de la población el presidente es, simple y llanamente, creíble. Las acciones que ha emprendido desde antes del inicio de su gestión, que desde diversas perspectivas pudiesen valorarse como correctas o incorrectas, han sido evaluadas positivamente por la población, fundamentalmente, a la luz de su coherencia. Hasta ahora, la mayoría ha ponderado que esas acciones han sido congruentes y, en consecuencia, se ha incrementado el grado de credibilidad del presidente.

A fines de 2018 la empresa encuestadora Parametría consignó que el 83 por ciento aprobaba la forma en que el nuevo presidente realizaba su trabajo, mientras que sólo el 4 porciento rechazaba de manera enfática a este gobierno. Aunado al fenómeno descrito, estas últimas cifras también debieran servir a la oposición, en particular a la que apuesta por la virulencia en su discurso, para valorar si su estrategia es la adecuada para posicionar, de modo efectivo, sus postulados entre la población.

Por la paz en Venezuela

Rodolfo Torres (03/02/2019)

Si quieres la paz, no hables con tus amigos, habla con tus enemigos. Moshe Dayan

La áspera confrontación que se vive en Venezuela, que ya ha involucrado a países de todo el mundo, tiene potencial suficiente para derivar en una crisis humanitaria en ese país.

La delicada situación económica que padece Venezuela se ha visto agravada por diversas medidas instrumentadas por el gobierno de los Estados Unidos quien, bajo la argumentación de violación a derechos humanos y civiles, desde finales de 2014, ha emitido dos leyes federales (7/15/2016 Venezuela Defense of Human Rights and Civil Society Extension Act of 2016, y 12/18/2014 Venezuela Defense of Human Rights and Civil Society Act of 2014), y cinco órdenes ejecutivas (executive orders: 13692, 13808, 13827, 13835 y 13850).  Es destacable la primera de éstas, orden 13692 que, emitida el 8 de marzo de 2015 por el expresidente Barack Obama, declara “una emergencia nacional con respecto a la inusual y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y política exterior de los Estados Unidos por la situación en Venezuela”. Esas medidas han tenido por consecuencia el bloqueo a las transacciones de deuda y el congelamiento de cuentas bancarias del gobierno, mismas que han repercutido, a su vez, en un disminuido o nulo acceso de Venezuela a los mercados internacionales de alimentos, medicinas y bienes básicos.

Ahora que el presidente Donald Trump ha decretado que el diputado venezolano Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente encargado o interino, sea el presidente reconocido por ese país y administrador único de los recursos financieros de Venezuela en el extranjero, es previsible que la situación económica, en el corto plazo, tenga una severa recaída que eleve el sufrimiento de la población en esa nación sudamericana.

Por ejemplo, la semana pasada el gobierno de Donald Trump envió un exhorto a la Reserva Federal de los Estados Unidos para evitar el acceso del gobierno de Nicolás Maduro a los activos y ganancias de ese país en el extranjero. Ello incluye los procedentes de la empresa Citgo, una filial en Estados Unidos de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA); pone en riesgo, también, los 1,200 millones de dólares en reservas de oro que Venezuela tiene depositados en el Banco de Inglaterra.

El pasado miércoles Juan Guaidó solicitó, a la Organización de las Naciones Unidas, la provisión de ayuda humanitaria a Venezuela. En respuesta, el Secretario General de la ONU, António Guterres, precisó que la solicitud debe contar con el aval del presidente Nicolás Maduro, pues no corresponde a esa Secretaría General reconocer gobiernos; esa atribución, señaló, compete únicamente a los Estados miembros, a través de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad del organismo, quienes aún no reconocen a Juan Guaidó como legítimo presidente de Venezuela.

La disputa por el poder político en Venezuela es asunto que debe involucrar únicamente a los venezolanos. Sin embargo, contrario al criterio del Secretario General de la ONU, es previsible que el día de mañana, lunes 4 de febrero de 2019, diversos gobiernos de países europeos: Alemania, Francia, Reino Unido y España, entre otros, se sumen al reconocimiento de Juan Guaidó como la autoridad política máxima del poder ejecutivo de Venezuela con el mandato, seguramente, de convocar a la brevedad a nuevas elecciones. Lo harán a pesar del sinsentido democrático que significa que dos poderes del Estado (ejecutivo y legislativo) recaigan ahora en la misma persona -no olvidemos que, además de la presidencia interina, Juan Guaidó ya ostenta el poder máximo en el poder legislativo, la Asamblea Nacional.

Hemos visto, de manera reiterada en diversas latitudes, de las que México no estuvo exenta (sólo recordemos lo ocurrido a propósito del sismo de septiembre de 2017), que la provisión de ayuda humanitaria es utilizada por las partes en conflicto para llevar agua a su molino. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, no sólo es una magnífica oportunidad para modificar inercias, sino que no hacerlo, podría detonar la violencia. En ese caso, sin duda, el pueblo venezolano sería el más perjudicado. El conflicto en Venezuela ha alcanzado niveles inusitados de encono que se han agravado por la intervención de gobiernos extranjeros, que han aumentado notablemente el riesgo de que la situación desemboque en un conflicto armado con el peligro que ello implica no sólo para Venezuela sino para el conjunto de nuestro continente

De ahí que el apego de México a sus principios constitucionales de autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de los conflictos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales, son una base sólida para favorecer el dialogo entre las partes en conflicto, sin injerencia externa, que propicien su solución pacífica, que alivie el sufrimiento del pueblo venezolano y es, también, una apuesta por auspiciar la paz en Venezuela y en toda la región.

Muro en la frontera

Rodolfo Torres (17/02/2019)

El aislamiento es una especie de prisión. Irving Stone

El viernes 15 de febrero el presidente Donald Trump declaró una Emergencia Nacional con la intención de aumentar el financiamiento para el reforzamiento y extensión de un muro en la frontera con México. Por ese medio pretende reasignar ocho mil millones de dólares del presupuesto militar. Se trata de la continuación de un ardid electoral, que le rindió frutos en las elecciones presidenciales del 2016, en que se ha hecho prevalecer el miserable discurso de temor a lo ajeno y fomentado una visión aislacionista.

Como sabemos, uno de los ejes principales de la campaña de Trump a la presidencia en 2016 fue la oferta de construir un muro con longitud de 3 mil doscientos kilómetros en la frontera con México. Después matizó su promesa y ofreció reforzar o construir sólo la mitad de esa longitud (mil seiscientos km), pues el resto, se dijo, ya estaba resguardado por obstáculos naturales (montañas y ríos).

De acuerdo con datos de la BBC, antes de la presidencia de Trump, existían poco más de mil kilómetros de barreras a lo largo de la frontera norte de México. De ellos, 570 km son cercos construidos para controlar o inhibir el paso de peatones y 483 para fiscalizar el paso de vehículos. La mayor parte de esas barreras corre a lo largo de la frontera con los estados de California, Arizona y Nuevo México. Si consideramos los cercos ya construidas más las barreras naturales, la longitud del nuevo muro, por construir, sería de 600 kilómetros.

Sin embargo, a pesar de que desde la toma de posesión de Trump el Congreso ha aprobado mil setecientos millones de dólares, para extender o renovar 200 kilómetros de muro, sólo se han renovado algunas secciones, pero no se han extendido las barreras actuales. De hecho, sólo 64 km están en proceso de renovación. Está previsto iniciar la edificación de la primera extensión, de 23 km, en este mes en el Valle de Río Grande, Texas.

La estimación del costo de la extensión y reforzamiento del muro es muy amplia. Desde el anuncio de Trump, en 2017, de que costaría entre 8 y 12 mil millones de dólares, hasta la ponderada por el Departamento de Seguridad Interior en alrededor de 25 mil millones de dólares.

Por otra parte, basa su declaratoria en dos postulados falaces adicionales: extender las barreras permitiría, sostiene, detener el flujo de drogas y adelgazar la migración de criminales a través de la frontera.

En lo relativo al flujo de drogas, Trump ha dicho que el 90 por ciento de la droga atraviesa la frontera. Sin embargo, de acuerdo con datos de la DEA, en 2017, sólo el 39 por ciento de la heroína fue asegurada en la frontera. Es decir, sólo un pequeño porcentaje del aseguramiento ocurrió en los puntos en los que existen barreras, o se propone que existan. La DEA asegura que el mayor volumen de droga cruza por puntos de entrada legales. Es decir, el reforzamiento y ampliación del muro tendría un efecto mínimo en la contención del tráfico de drogas.

En lo que se refiere a la migración, datos oficiales muestran que el número de aprensiones en la frontera ha tenido un declive sustancial a partir del año 2000. En ese año el número de detenciones fue de un millón seiscientas mil personas, mientras que en 2018 fue de menos de 400 mil.

Por otra parte, cifras oficiales de los Estados Unidos indican que una elevada proporción de la migración ilegal proviene de quienes originalmente poseen una visa. A principios de 2018 más de 700 mil personas que entraron legalmente a los Estados Unidos incumplieron su periodo de estancia. El mayor número (100 mil) son de Canadá; seguidos, lejanamente, de México (50 mil), Brasil y China (poco menos de 40 mil). Es decir, la migración ilegal tiene su mejor aliada en la violación de las condiciones de la migración legal (temporal). Por lo que el reforzamiento del muro tampoco detendría esa migración ilegal.

A pesar de la continua y vigorosa propaganda del presidente Trump, la mayoría de los estadounidenses (58 por ciento) se opone a la expansión del muro, mientras un 40 por ciento la apoya -de acuerdo con resultados de una encuesta de Pew Research Center.          

Frente a esa declaratoria la fracción demócrata en el Congreso ha anunciado su oposición a la medida y la ha impugnado por diversas vías. En tanto, el gobernador y el fiscal, respectivamente, de los Estados de California y Nueva York han informado que se opondrán legalmente a la medida. De ser ese el caso, la última palabra la tendría la Corte Suprema (con aparente mayoría favorable a Trump).

A pesar del origen y naturaleza electoral de la medida, existe el riesgo de que ésta tenga consecuencias nocivas para la economía de los estados en ambos lados de la frontera -y para ambos países. No hay que olvidar que dos economías estatales (California y Texas), que son pilares del conjunto de la economía norteamericana, se benefician sensiblemente del intercambio fronterizo. Ello explica, por otra parte, que, en algunas ciudades, como el Paso Texas, no sea despreciable el movimiento civil contrario al muro.

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