Rodolfo Torres (28/04/2019)
Hablando claro se entiende la gente
El seguimiento del intenso e interminable debate nacional nos impide, con frecuencia, estar al tanto de acontecimientos externos que pudiesen impactar en nuestro país. Es el caso de la crisis económica que se cierne sobre la República Argentina, misma que puede contagiar rápida y directamente a toda la región sudamericana y, de manera indirecta, a nuestro país.
De acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), correspondientes al año 2018, Brasil aporta poco más del 36 por ciento del producto interno bruto (PIB) de América Latina, México aporta el 23 por ciento y Argentina el 9 por ciento (que son los países que ocupan los tres primeros lugares en ese rubro). Argentina es un país con poco más de 44 millones de habitantes, cuya dimensión geográfica lo coloca como el más extenso de todos los países hispanohablantes del planeta.
En junio de 2018 Argentina obtuvo, del FMI, un préstamo por 50 mil millones de dólares, que equivale al 10 por ciento de su PIB, para hacer frente a las fluctuaciones del peso argentino frente al dólar. En septiembre de 2018 el préstamo fue renovado y tuvo un incremento de 7 mil 100 millones de dólares. El acuerdo con el FMI, así como las medidas de ajuste económico que ha traído consigo, han generado críticas de la oposición y de la sociedad argentina por los aumentos de precios de bienes y servicios que han desembocado en una inflación mensual, para abril de este año, del 4 por ciento. Esas medidas han provocado que, de acuerdo con encuestas, el 60 por ciento de la población desapruebe la gestión del gobierno. A lo anterior hay que sumar que el oficialismo no cuenta con la mayoría en su Cámara de Diputados (108 de 257 diputados) ni en su Senado Federal (25 de 72 Senadores).
Al crecido monto inflacionario, hay que agregar la fundada preocupación por la embarnecida deuda externa argentina. Existen serias dudas respecto de la viabilidad de afrontar el pago por 34 mil millones de dólares de deuda que deben cubrirse el próximo año. Dudas que parecen razonables dados los pronósticos de recesión de su economía, las presiones sobre su tipo de cambio peso-dólar, y a que un eventual intento de agravamiento de los recortes presupuestales es, a todas luces, inviable, dado el deteriorado ambiente social y político en ese país. Acrecentar el descontento social en un escenario preelectoral sería suicida para el actual gobierno.
El riego de contagio de la eventual crisis económica argentina en nuestro país no proviene de la fortaleza de nuestro intercambio comercial, ni del que tenemos con el resto de los países de Sudamérica. Nuestros intercambios comerciales con Argentina son de un monto reducido: en 2017 fue de apenas 2 mil 326 millones de dólares.
En contraste, la salud de nuestra economía sí depende, en gran medida, del bienestar económico de la región norteamericana. El intercambio de México y los Estados Unidos fue, para el mismo año, de 488 mil millones de dólares (209 veces mayor que el que tuvimos con Argentina). Prácticamente el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas se realizan hacia los EU y Canadá, mientras que el 51 por ciento de nuestras importaciones proviene de los EU. Por otra parte, nuestra economía sí reacciona fuertemente a la dinámica de las variables económicas de nuestro vecino del Norte. En suma, parecería que nuestra suerte económica estaría sólo vinculada al comportamiento de Norteamérica y no al de Sudamérica. Sin embargo, el riesgo para nuestro país de un contagio indirecto, desde del Sur del continente, puede provenir de los círculos de flujo de los mercados de deuda y capitales.
Los protagonistas económicos mundiales adscriben en la categoría de mercados emergentes a diversos países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. En general, la tipificación de mercados les resulta de utilidad en la medida en que ciertos países, que comparten ubicación geográfica regional, y que tienen un importante peso económico en su región, cuentan, frecuentemente, con un importante intercambio comercial, y sus economías locales se ven afectadas, en grado similar, por el comportamiento de determinadas variables económicas globales. El uso de la categoría de mercados emergentes facilita a los inversionistas la toma de decisiones respecto al destino de sus capitales. A partir de ese juicio se determina el flujo de recursos financieros globales y, en buena medida, el grado de salud de las economías locales.
En época reciente, los mercados emergentes han sido el destino preferido de los capitales globales en virtud del elevado rendimiento que aportan a sus inversiones. Sin embargo, como ya ha ocurrido en diversos casos, la crisis de una o de varias economías locales adscritas a un mercado emergente puede detonar una estampida que ahuyente a los capitales de toda la región.
En el caso de la Argentina, la expectativa de impago de su deuda ha crecido dramáticamente. Si atendemos a la opinión de analistas económicos internacionales, la probabilidad de impago se ubica en un 58 por ciento. La cifra es muy elevada, particularmente si se la compara con la de otros países que se ubican en la misma región latinoamericana, y que pertenecen a la misma categoría de mercados emergentes: Chile 3 por ciento, Perú 4, Colombia 7, México 8 y Brasil 12.
El riesgo para nuestra economía proviene de un eventual impago de la deuda externa argentina. Nuestras autoridades económicas (Banco de México) y hacendarias (SHCP) harían bien en reiterar a los actores financieros la particularidad de nuestra inserción en el mercado emergente latinoamericano, así como acerca de nuestros fundamentos macroeconómicos, comerciales y de tipo de cambio. Estamos a tiempo.