Rodolfo Torres (08/09/2019)
Cambia … Todo cambia
Hace 45 años, en un día como hoy, se fundó el PMT. La remembranza es pertinente pues, más allá de nostalgias fútiles y anécdotas baladíes, sus propuestas políticas trascendieron su existencia y mantienen su vigencia.
Los antecedentes históricos inmediatos del PMT fueron el movimiento estudiantil de 1968 y el Movimiento Sindical Ferrocarrilero de los 50s-60s. Una de las exigencias destacadas del movimiento estudiantil fue la liberación de los líderes ferrocarrileros, entonces presos políticos: Demetrio Vallejo (después fundador del PMT) y Valentín Campa (del PC). Los principales dirigentes de ese movimiento estudiantil fueron precursores del PMT: Heberto Castillo, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Eduardo Valle, Tayde Aburto y Salvador Ruiz Villegas (todos ellos fueron, también, presos políticos a raíz de su participación en el movimiento). Pero los afluentes del PMT fueron más profusos. A lo largo de su existencia se integraron miles de mujeres y hombres, tanto sin experiencia política previa como experimentados participantes de organizaciones sindicales, estudiantiles, magisteriales, campesinas, populares, guerrilleras, religiosas (comunidades cristianas de base y simpatizantes de la teología de la liberación), de mujeres, de intelectuales, de médicos, de artistas, científicas y académicas.
En ese entonces, era común que las organizaciones políticas de izquierda únicamente tuvieran como su referente histórico a personajes como: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Mao, el Ché Guevara o Fidel Castro. Fue el PMT quien rescató, del acartonado mausoleo oficial, a nuestros héroes nacionales: Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata y Villa. Esa postura no estuvo, ni ha estado exenta de crítica, pero sin duda amplió la simpatía de la gente hacia las propuestas de la izquierda mexicana.
En los años 70 del siglo pasado, había una consolidada presencia nacional de organizaciones guerrilleras que apostaban por la vía armada para la transformación del país. A la par de ello, la larga noche del régimen autoritario que por décadas padeció nuestro país, gozaba de sus mejores momentos y asfixiaba, con eficacia, la vida de los partidos opositores. Por ello la propuesta del PMT, que apostaba por la vía pacífica, mediante la creación de un partido de izquierda que se planteaba con seriedad la disputa y el acceso al poder público, era fresca y novedosa y desató un intenso debate en las fuerzas de ese flanco.
Como parte de ese debate se discutía el tipo de partido que debía construirse: uno de “masas” (abierto a la población en general) o uno de “cuadros” (de acceso restringido, al estilo de los partidos comunistas de la época). El PMT optó por abrir el partido a la más amplia participación ciudadana. Pero esa decisión pasaba por romper el monopolio que de las plazas públicas tenían los gobiernos autoritarios. Fue así que el PMT se convirtió en factor crucial para la apertura de las plazas públicas a los partidos de la izquierda opositora.
Uno de los afanes fundamentales del partido y de la militancia pemetista fue la defensa de la soberanía nacional. En la década de los 70 y 80, el PMT propugnó firmemente por la defensa de los recursos petrolíferos del país, en contra de su explotación irracional y de que se exportara petroléo crudo; proponía, por el contrario, que se obtuvieran productos refinados y petroquímicos.
El PMT promovió, a lo largo de su existencia, la mayor alianza posible de las fuerzas opositoras. Como vivió concluyó su vida; en 1987 (a sus 13 años) se unió a la fusión que nacía entre el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Patriótico Revolucionario, la Unión de Izquierda Comunista y el Movimiento Revolucionario del Pueblo, para crear el Partido Mexicano Socialista.
La exmilitancia pemetista preserva su rica diversidad humana. Algunos se mantuvieron en la vida partidista (en otros partidos), en el activismo político, o como servidores públicos. Otros regresaron a una vida “civil” fructífera (la academia, la ciencia, el arte, el periodismo, o la participación en organizaciones sociales). Ahora, algunos son servidores públicos del nuevo gobierno y otros son militantes, dirigentes o legisladores de Morena. Otros más, tienen una posición crítica hacia la llamada 4T. Todos podrían defender las razones de sus posiciones. Ello impide, a mi juicio por fortuna, que nadie pueda apropiarse individualmente de la riqueza colectiva de esa importante etapa de la vida política del país.
El PMT fue una fuerza política opositora de izquierda, firme, consecuente con sus principios, que nunca optó por pactar con las fuerzas del poder autoritario.
Las apuestas del PMT: en favor de la reivindicación de nuestra historia nacional y de su potencial como fuerza transformadora; de la elección de la vía pacífica para la toma del poder público; de favorecer la más amplia participación de la sociedad en los asuntos públicos y de la defensa de la soberanía nacional, se han revelado acertadas y vigentes. Fueron, sin duda, aportaciones trascendentes que miles de hombres y mujeres defendieron con la mira puesta en un mejor futuro para México.
Ciertamente, la vía transformadora –que no comenzó ni concluyó con el PMT– ofrece ahora nuevos desafíos que demandan renovadas apuestas y plantean enigmas inéditos. Hoy, una amplia coalición social, con un abultado componente de fuerzas de izquierda, ha ganado el gobierno por la vía pacífica de las elecciones. A la vista de las múltiples trincheras de poder que aún mantienen bajo control las fuerzas conservadoras, encaramos una novedosa circunstancia que da lugar, entre otros, a un singular acertijo: ¿Conviene, es factible, y en su caso, cómo tomar el poder desde el gobierno?