Rodolfo Torres (10/05/2020)
A nivel mundial, la pandemia ha hecho crecer exponencialmente la aparición de noticias falsas que rayan en el absurdo: “están tratando de matar a la mayor cantidad de gente posible”; “se está extrayendo líquido de las rodillas a las víctimas de covid”; “el coronavirus, es un arma islámica”; “es un pretexto para imponer la tiranía”, etc. Pero más allá del absurdo de éstas y otras afirmaciones malintencionadas, es un hecho que, en diversos países, sí se despliegan esfuerzos organizados para obtener ventajas políticas o económicas de la tragedia. Aunque es moralmente repugnante, esa visión parte de la concepción de que en la lucha por el poder político todo es válido; bajo una lente oportunista de la conocida sentencia de Maquiavelo respecto de que “el fin justifica los medios”, se ponen en práctica conductas ruines e interesadas.
La ciencia política distingue algunas escuelas de pensamiento en dos grandes categorías en el registro de posturas de moralismo político o de realismo político.
De acuerdo con esta distinción, los moralistas políticos arguirían que la política debe proteger valores como la justicia, la igualdad, la libertad y la fraternidad. Su objetivo sería el de alcanzar una sociedad mejor. Para éstos, la política podría entenderse, en cierto sentido, en la trama de la filosofía moral. A esta categoría respondería el pensamiento ético-político de autores como Confucio o Tomás Moro. Para Confucio (551-479 AC) las virtudes más importantes eran la sinceridad, la honradez y la lealtad.
El realismo político sostendría, en cambio, que la política buscaría el poder como medio para conseguir los fines y derrotar a los enemigos. Entre los teóricos más importantes del realismo político se reconoce a autores como Sun Tsu (544-496 AC), Nicolás Maquiavelo (1469-1527) o Thomas Hobbes (1588-1679). A juicio de Sun Tzu la disciplina debería aplicarse rigurosamente y los castigos por desobediencia debían de ser ejemplares. Maquiavelo, por su parte, afirmaba que los seres humanos somos mentirosos y desagradecidos y se oponía a que el objetivo del Estado fuese cuidar la moralidad de los ciudadanos. Para él, la intriga y el engaño podrían ser moralmente justificables para un gobierno de éxito. Para Hobbes el estado de naturaleza supone la guerra de todos los hombres contra los demás y, por ello, los grupos humanos necesitan ser gobernados.
La distinción teórica entre moralistas y realistas políticos no tiene como finalidad trazar una línea divisoria entre el bien y el mal, o entre buenos y malos. Se trata de dos formas de concebir la finalidad de la política. Aun para Maquiavelo el “fin” sólo es aceptable cuando se hace por el bien público. En palabras de Trotsky (1879-1940): la frase de el fin justifica los medios, significa que hay maneras permisibles de hacer lo correcto.
El aprovechamiento de la pandemia para fines políticos o económicos también utiliza diversos hallazgos que, por décadas, provienen del campo de la psicología.
John B. Watson (1878-1958), psicólogo norteamericano, que en el año de 1913 fue el autor de lo que posteriormente fue considerado como el “manifiesto conductista”, demostró, aunque por métodos éticamente cuestionables, que las emociones humanas son susceptibles al condicionamiento clásico. Hasta entonces, la afirmación parecía válida solamente en relación con las emociones y comportamientos de los animales no racionales. Watson demostró que la conducta humana no solamente se puede predecir, sino que se puede controlar y modificar. Sostuvo que había tres emociones humanas fundamentales: amor, ira y miedo. Más tarde, el también psicólogo norteamericano Paul Ekman (1934-) ha identificado seis emociones básicas: ira, asco, miedo, felicidad, tristeza y sorpresa.
Por su parte, Robert Zajonc (1923-2008), psicólogo nacido en Polonia y víctima de la persecusión nazi, desarrolló experimentos que le permitieron corroborar que las emociones no sólo preceden al pensamiento, sino que son determinantes en las actitudes y decisiones de una persona. Las emociones, sostuvo, como habría de afirmar antes la filosofía, preceden a la razón.
Nico Frijda (1927-2015), psicólogo holandés, sostuvo que las emociones son incontrolables y nos preparan para la acción. Para él, las emociones básicas son: la alegría, la vergüenza, la ira y el miedo. Los sentimientos, dijo, son las interpretaciones de las emociones.
Desde el ámbito informático, diversas técnicas desarrolladas en el campo de la inteligencia artifical, son ampliamente utilizadas en las redes sociales con la finalidad de identificar segmentos poblacionales para facilitar el direccionamiento de mensajes con fines de control o manipulación de la conducta. Por ejemplo, se usan técnicas de aprendizaje automático (Machine Learning) para llevar a cabo lo que se conoce como análisis de sentimientos, que permiten detectar el estado emocional de grupos y personas y para hacerles llegar el mensaje que, de acuerdo con ese estado, pueda ejercer efectos en el deseo o en la conducta. Se utiliza, particularmente, con el propósito de identificar e inducir preferencias de consumo; para anticipar tendencias en los mercados bursátiles y, como quedó evidenciado por el caso Cambridge Analytica, se utiliza, también, con fines políticos y electorales. El aprendizaje automático tiene poder para inducir, incluso, preferencias electorales y votos.
En resumen, se utilizan instrumentos políticos, psicológicos e informáticos para detectar e inducir emociones que convienen a algunos para sus fines particulares.
Una investigación de la BBC y del Institute of Strtategic Dialogue, que realizó una revisión y análisis de 150 mil publicaciones de Facebook enviadas por grupos de extrema derecha desde el mes de enero de este año, revela que esos extremistas políticos han tratado de aprovechar la pandemia con intenciones fascistas.
El síndrome de fatiga informativa, que consiste en el cansancio producto de la exposición, consumo y manejo excesivo de información, agota física y mentalmente. El estado de ansiedad y estrés que produce ese síndrome favorece que se ponga atención en noticias falsas y se oculte o menosprecie la información cierta.
Sigamos la sana recomendación de mantenernos informados por las noticias que provienen de las autoridades sanitarias nacionales e internacionales. Hoy más que antes debemos estar alertas para evitar ser contagiados por virus biológicos o informativos. La manipulación mata.