Rodolfo Torres (06/01/2019)
Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere. Eugène Delacroix
En apego a una añeja tradición, el fin de un año y el principio de uno nuevo son ocasión propicia para manifestar buenos deseos, buenas intenciones y buenos propósitos. Los primeros parecen someterse plenamente a los azares de la fortuna. Los segundos parten de una inclinación personal benevolente pero que se sabe sujeta a los avatares del destino. Los últimos, otorgan mayor peso a nuestra voluntad, a nuestras capacidades y empeños; no ya sólo a los designios de alguna diosa de la fortuna. Pero, en todo caso, en éstos también, deben tomarse en cuenta los factores externos pues actúan, a veces de modo determinante, en la cristalización de nuestras expectativas.
En materia financiera, por ejemplo, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público estima, en sus criterios generales de política económica para el 2019, un crecimiento real de nuestro producto interno bruto en un rango del 1.5 al 2.5 por ciento (el Banco de México estima ese crecimiento en un 1.89 por ciento). Dada la profunda articulación de nuestra economía con la de los Estados Unidos (EU), no es de extrañar que uno de los referentes en los que se sostiene esa estimación sea, a su vez, la estimación de crecimiento de esa variable para ese país; que la SHCP pondera en 2.6 y el Banxico en 2.44. En este caso, la estimación de nuestro crecimiento para 2019, va más allá de un cúmulo de buenos deseos o intenciones pues tiene como sustento rigurosos análisis económicos a cargo de ambas instituciones. Sin embargo, más allá de la precisión de las estimaciones, el factor externo jugará un papel sumamente relevante en el cumplimiento de esas expectativas, y no sólo respecto del desempeño de los EU sino del comportamiento de la economía mundial en su conjunto. Y es en ese ámbito que las perspectivas no parecen, por el momento, ser halagüeñas.
Una de las causas principales que proyectan un panorama sombrío son las políticas económicas de la administración de Donald Trump que fomentan la contracción de la economía mundial.
De acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional, desde principios del año 2018, se observó un enfriamiento en la confianza acerca de las expectativas económicas mundiales que se expresó por la caída pronunciada de los indicadores de producción industrial, de manufactura y de volumen de comercio internacional.
Ello fue motivado, principalmente, por las tensiones comerciales entre los EU y China surgidas por la imposición de tarifas al acero y al aluminio, como parte de una estrategia de los EU por nivelar a su favor su balance comercial.
Donald Trump impulsó una reducción de impuestos que estimuló la demanda, pero acrecentó los temores de la Reserva Federal de aquel país en cuanto que pudiera producirse un sobrecalentamiento de su economía. Lo anterior, aunado a la intención de esa autoridad de normalizar los mercados financieros (trastocados desde la última crisis mundial, aún no superada) le condujeron a incrementar las tasas de interés de los bonos del tesoro.
Ese incremento en las tasas de interés ha tenido dos consecuencias de elevada magnitud. Por un lado, ha fortalecido al dólar frente a otras monedas, lo que a su vez ha ocasionado que los denominados países de economías emergentes, entre ellos México, vean acrecentados sus costos de endeudamiento y que, dado su peso en la economía internacional, retroalimenten la turbulencia de la economía global.
Por otro lado, el aumento de las tasas de interés, aunado a las tensiones comerciales, ha provocado una continua y aguda caída de los mercados accionarios estadounidenses (y de varias bolsas en el mundo). Por ejemplo, el indicador Standard and Poor’s 500 (S&P 500), que es el principal indicador accionario en los Estados Unidos, ha perdido en un año el 7.85 por ciento de su valor, mientras que el indicador Dow Jones perdió, en el mismo lapso, el 7.32 por ciento.
Pero el mayor desafío en el entorno consiste en la incertidumbre respecto del rumbo que tomará la economía del mundo a la luz de la desaceleración de la economía alemana, de la crisis social en Francia, del Brexit, y de la guerra comercial de los Estados Unidos con China.
Todos esos fenómenos tendrán un impacto desfavorable en la economía mundial e, inevitablemente, en las expectativas de crecimiento de nuestra economía. Las autoridades financiera y hacendaria en México harían bien en estar preparadas y en alerta permanente para actuar de modo oportuno frente a los riesgos que se vislumbran en el frente exterior.