Rodolfo Torres (14/07/2019)
Todos vamos en el mismo barco
La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público nutrió la especulación política, dada la estridencia de su portazo de salida que exhibió a un secretario con un nivel muy alejado del que debiera tener un hombre de Estado. También atrajo la atención pública hacia la situación en que se encuentra la economía, pues algunos han anticipado nuestro inminente ingreso a una recesión económica.
La recesión es un término económico que se utiliza para referirse a un declive significativo en la actividad económica, que se hace evidente en las variables de: producción económica, de empleo, de ingreso real y de comercio. El término técnico es más estricto; basta con que el producto interno bruto de un país decrezca en dos trimestres consecutivos para determinar que se ha entrado en recesión.
Sin importar su magnitud, es un hecho que, la sola declaratoria de que una economía está en recesión, detona múltiples alarmas; tiene consecuencias en el costo del acceso al financiamento externo y acrecenta los intereses que deben pagarse por la deuda externa -si bien, la magnitud sí es tomada en cuenta para fijar los incrementos.
Aunque la economía mexicana no está actualmente en recesión, es importante detenerse en algunos indicadores que nos permitan ponderar si ese riesgo existe y en qué magnitud podría presentarse.
La economía de México se contrajo un 0.2% en el primer trimestre de este año; no obstante, en ese mismo lapso, mostró señales positivas en desempleo (3.5%), inflación (3.9%) y superávit fiscal primario (0.6%), además de un incremento real a los salarios de un 2%.
Por otra parte, el Fondo Monetario Internacional pronostica, para 2019, un crecimiento positivo del producto interno bruto, aunque menor al del 2018, una inflación menor a la de 2018, manteniéndose los indicadores de desempleo, deuda y superávit fiscal primario.
Además, el desempeño económico de un páis tiene que ver, también, con factores externos. Como se apunta en la minuta de la Reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México del pasado 27 de junio, en el ámbito externo, la economía mundial se desaceleró debido, entre otros factores, a un entorno adverso para el comercio mundial; riesgo que no ofrece señales de atenuación. México es un destacado integrante de la economía global por su elevada dependencia del comercio internacional.
Aunque no existe una forma plenamente confiable de predecir cuándo ocurrirá una recesión, los economistas en el mundo utilizan predictores, generalmente aceptados, entre los que se encuentran los denominados “indicadores líderes”. Entre los más confiables y más ampliamente utilizados en el mundo se encuentran los que elabora la Conference Board, llamados Leading Economic Index. En particular, este ente publica, para diversos países, entre ellos México, dos indicadores clave, denominados LEI y CEI. El primero se utiliza para anticipar tendencias, mientras que el segundo refleja el estado actual de la economía. En su último reporte para nuestro país (abril de 2019) ambos indicadores son positivos. El primero con un crecimiento, entre marzo y abril, del 0.9% y el segundo con un crecimiento, en el mismo lapso, del 0.2 %.
Como puede verse, existen indicadores que sustentan ambas posiciones. Lo que es un hecho es que la economía mexicana, dada su fuerte inserción en la economía mundial, no puede ser ajena a la desaceleración global. La interrogante es si esa desaceleración nos llevará ahora a cruzar el umbral de la recesión. A la vista de los indicadores de nuestra economía es previsible que, de cruzar ese umbral, sería levemente y por un corto lapso. Aunque, para atenuar el agravamiento de ese riesgo, es indispensable fortalecer, desde ahora, la inversión tanto pública como privada.