Rodolfo Torres (17/11/2019)
La agudización de conflictos en todas las regiones del mundo y la irrupción de innovaciones tecnológicas provocarán que recordemos al 2020 como uno de los años de lucha por el advenimiento de una nueva época.
Estamos tan acostumbrados a que, por décadas, nuestra cotidianeidad urbana esté mediada por la tecnología que ésta se ha convertido en parte de nuestra normalidad. No es de extrañar, por tanto, que la economía mundial esté, en buena medida, impulsada por la ciencia y la tecnología. Los países que dominan esos productos del conocimiento son, sin duda, los protagonistas del actual escenario económico y político.
Pero los productos de la ciencia y la tecnología que nos han maravillado por décadas, y aun por siglos, están por entrar en una nueva etapa que dará un giro con gran impacto, quizá determinante, en los ámbitos mundiales de la economía y la política. Ello puede explicar, en buena medida, el agravamiento de múltiples conflictos.
Cuatro tecnologías darán forma a la nueva economía: la inteligencia artificial, las cadenas de bloques (blockchain), el internet de las cosas y, por su volumen, los vehículos eléctricos.
El uso de la inteligencia artificial, en su vertiente del aprendizaje automático (machine learning), ha estado tras el crecimiento vertiginoso de empresas como Google, Facebook, Netflix y Amazon, principalmente porque facilita la segmentación de mercados (a costa de explotar, injustamente, nuestros datos personales), misma que ha potenciado la capacidad de la industria, en su conjunto, para una mejor distribución de sus productos y servicios. Prácticamente ninguna industria moderna es hoy ajena a la aplicación de algún componente de la inteligencia artificial.
La cadena de bloques, por su parte, es la tecnología con mayor capacidad disruptiva. No sólo porque es la tecnología motriz detrás de las criptomonedas, que se han convertido en la “bestia negra” del sistema financiero tradicional, sino porque puede ser utilizada en los ámbitos social y político. Ya China ha anunciado que utilizará esa tecnología a partir del 2020, en dos plataformas comerciales: Alibaba (la versión china de Amazon) y WeChat (la versión china de Facebook). Pero no descarta su uso para salvaguardar su sistema financiero y monetario. En ese mismo ámbito, Facebook ha anunciado su intención de crear una criptomoneda (que llamará “Libra”), misma que hasta ahora enfrenta la férrea oposición de los reguladores financieros de los EEUU. Coca Cola ha anunciado que, en breve, utilizará blockchain para controlar su cadena de suministros. Walmart-Canada también comunicó que utilizará esas herramientas para dar seguimiento a sus envíos. Por último, Telegram anunció recientemente su intención de generar una criptomoneda. Sólo por mencionar algunas de las marcas más conocidas.
El Internet de las cosas ha estado en el centro de la disputa comercial entre los Estados Unidos y China (hoy existen más dispositivos conectados al Internet de las cosas que habitantes en el planeta). Como se sabe, los EEUU sancionaron a la empresa Huawei -quien domina la tecnología 5G que, a su vez, es la columna vertebral del Internet de las cosas. La relevancia de este asunto se hace evidente si observamos que dos importantes economías: las de Alemania y el Reino Unido, no sólo se negaron a secundar las sanciones a Huawei, sino que la tienen como socio estratégico en ese campo. Aún más, el sistema de defensa europeo ha abierto la puerta para utilizar esa tecnología desarrollada en China.
Por último, el mercado de vehículos eléctricos (o su versión híbrida) ha crecido de manera sostenida en los años recientes. Se prevé que crezca de manera exponencial en los próximos años. Tesla, empresa norteamericana, es uno de los principales jugadores, aunque empresas de Japón, China y Corea del Sur se han sumado a esa carrera. Dado el elevado volumen de baterías que esa industria requiere, el litio se ha convertido en un material estratégico; es la nueva gasolina. Las mayores reservas de ese elemento se encuentran en Sudamérica (Bolivia, Chile y Argentina), en Oceanía (Australia), China y África. Los países que controlen ese vital insumo serán los que tengan mayores probabilidades de éxito en esa monumental industria.
Los países que apostaron al desarrollo científico y tecnológico son actores predominantes en esta nueva época: China, EEUU, Rusia, India, Corea del Sur, Alemania y Francia, entre otros. Algunas de esas nuevas tecnologías no requieren inversiones gigantescas para su desarrollo, que serían prohibitivas para un país como el nuestro. Se requiere, eso sí, talento (que ya existe en México), voluntad política, organización, objetivos claros y perseverancia en su consecución. No hay excusa para quedarnos rezagados. El rezago en esta materia nos mantendría, otra vez, en la subordinación en esta nueva época. Es momento de actuar.