Golpe a la innovación y a derechos fundamentales

Rodolfo Torres (17/12/2017)

La libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre. François de La Rochefoucauld

 La liquidación de la neutralidad de Internet, decretada por la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC, por sus siglas en inglés), bajo control del partido Republicano, es un duro golpe a la innovación, a la colaboración social, y a los derechos de expresión y de acceso a la información. Su impacto se resentirá en los Estados Unidos y en el resto del mundo.

La neutralidad de Internet significaba la garantía de que todo el contenido que circulara por los hilos de esa red de comunicación sería tratado por igual, sin discriminación o privilegio. Su cancelación significa que los proveedores de conexión a Internet podrán decidir qué contenidos privilegiar, mermar o silenciar. Si algún debate existía respecto a la naturaleza pública de ese medio, la reforma lo ha zanjado. A partir de su aprobación, Internet será un medio de comunicación privado en que los proveedores de conexión determinarán a qué contenidos se puede acceder e inducir cuáles se pueden producir. Ello aniquila la igualdad entre los usuarios de Internet; ahora el acceso estará vinculado a su capacidad económica. La reforma afectará también a las empresas medianas y pequeñas que, al carecer de la capacidad económica de los grandes corporativos, tendrán limitaciones para dirigir el tráfico a sus sitios.

Internet, recordemos, propició el surgimiento de una enorme constelación de empresas, muchas comerciales, otras tantas sin fines de lucro; unas y otras alimentaron el crecimiento del medio, fundamentalmente, por su capacidad de innovación. Es el caso de Google, Amazon, Facebook, Twitter, Netflix, Apache Software Foundation, Wikipedia, entre otras.

Internet también ha inducido la migración de diversas industrias, desde sus nichos tradicionales hacia ese medio: servicios financieros, de información, de comunicación, entretenimiento y educación. Así, contamos ahora con acceso ubicuo a servicios (que proveen empresas llamadas generadoras o administradoras de contenido): bancarios, de noticias, de mensajería instantánea, de telefonía digital, de deportes, de televisión, de películas, de música, de libros digitales, de localización, de redes sociales, y de educación a distancia. A grado tal que la vida en ausencia de Internet es, hoy día, impensable.

Con la cancelación de la neutralidad de Internet se alteran radicalmente los incentivos para el desarrollo de esa plataforma. Serán los acuerdos comerciales, y no la capacidad de innovación, los que determinarán el rumbo que seguirá ese medio. No será por ello extraño que esos proveedores de conexión se asocien o, de plano, busquen apropiarse de empresas generadoras de contenido digital y a la inversa (sino es que esa asociación ya existe, como es el caso de nuestro país). Es por ello que la creatividad dejará de ser la fuerza motriz principal del crecimiento y fortalecimiento de Internet.

Además, en esa plataforma concurre también la prestación de servicios públicos que se han multiplicado a partir de diversas iniciativas, entre ellas, algunas de organismos internacionales -como la de Gobierno Abierto- cuyo funcionamiento sería inconcebible sin el acceso a Internet. La eventual afectación para el acceso a los sitios respectivos no sólo afectaría la prestación de los servicios públicos mismos, sino que quebrantaría los procesos de transparencia y rendición de cuentas a que están obligados todos los entes públicos.

Adicionalmente, numerosas iniciativas no lucrativas de colaboración social se verían seriamente afectadas. Es el caso de la Wikipedia, el mayor acervo de conocimiento sistematizado difundido en el mayor número de lenguas en el mundo; de proyectos como los de la Free Software Foundation, que ha producido la mayor cantidad de software gratuito de alta calidad.  También otras tecnologías que están insertas en las arterias mismas de la comunicación de Internet se verán perturbadas; tal es el caso de las que desarrolla la Apache Software Foundation, la organización sin fines de lucro que produce tanto el software que opera en la mayoría de los servidores de Internet del mundo, como el software de Big Data de mayor uso (Spark y Hadoop).

La supresión de la neutralidad de Internet tiene otras consecuencias nocivas. Al tratarse ahora de un medio de comunicación privado perderían sentido, para ese medio, los derechos de acceso a la información y de expresión, que son componentes esenciales para el desarrollo democrático de la sociedad ¿Cómo exigir que no se inhiba el acceso a sitios específicos, que critiquen la forma en la que se ejerce el poder público, si la empresa que ofrece servicios de acceso a Internet argumenta razones comerciales? El riesgo es mayúsculo.

Ello no quiere decir que la vida actual en Internet sea un edén. Es evidente que existen distorsiones y asimetrías que urge resolver, tales como: la apropiación de datos de millones de personas que, sin su conocimiento o consentimiento expreso, están depositados en unas cuantas e incontroladas manos, la divulgación de noticias falsas, el bullying y la delincuencia cibernética, entre otros. Ése es otro tema, sobre el que habrá que debatir; pero ésta no fue la materia considerada para la determinación que tomó la FCC –que, de hecho, lejos de resolverse, se agrava- pues su propósito fundamental es mercantil y no social.

Es oportuno, desde ahora -en virtud de su previsible privatización, también en nuestro país- planear y echar a andar iniciativas que garanticen la innovación, la preservación y el ejercicio de derechos fundamentales, así como el fomento de iniciativas de colaboración social. Estamos a tiempo.

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